Hágase la luz, junto al Tormes.

Cada 16 de mayo desde 2018 se celebra el Día de la Luz, también para recordar que hay quienes viven sin ella en este planeta, en un apagón total, como el que tuvo lugar el 28 de abril en España, que coincidió con el salmantino Lunes de Aguas. En Salamanca –gracias al salto de Aldeadávila—no duró tanto como en otros lugares de España y además fue en horas de luz solar.

Una de las reliquias del viejo Barrio de Santiago en Salamanca, cercano al Puente Romano, se halla en lo que es Museo de Historia de la Automoción, junto al Tormes. Uno de los espacios que vio la luz en el 2002, año de la Capitalidad Europea de la Cultura, lleno de luces y algunas sombras. Haciendo memoria puedo recordar el desastre que era el edificio años antes de que comenzase a convertirse en museo. El edificio y el entorno, heredero de uno de los espacios más pobres de la ciudad hasta bien entrado este siglo. El coleccionista, mecenas y alma, corazón y vida del Museo, Demetrio Gómez Planche, nos llevó en las vísperas de comenzar la obra del Museo por la ruina del viejo almacén de la “Electra”, en cuyos alrededores se encontraban esparcidos restos de viejos aislantes de cerámica, chapas oxidadas de todo tipo, cables, ruedas… como si una explosión hubiese hecho saltar por los aires el almacén y su contenido. Costaba creer que hubiese existido todo aquello cuando en 2002 el Rey Juan Carlos inauguraba el flamante Museo guiado por don Deme y su hijo Javier Gómez Casillas. Esa reliquia es –era, más bien—la Fábrica de Luz de “La Unión Salmantina”, empresa creada en 1896 cuando la producción y distribución de luz eléctrica en Salamanca daba sus primeros pasos.

Una fábrica de luz era lo que su nombre describe, un generador de electricidad. Porque tiempo atrás a la electricidad se le llamaba luz y decíamos se ha ido la luz cuando se cortaba la electricidad o la “corriente”. Aquella luz se fabricaba con vapor y dinamos. Para el vapor se empleaba agua, que naturalmente se tomaba del Tormes.

La fábrica de luz de “La Unión Salmantina” se construyó sobre el conocido como Teso de San Nicolás, que era un promontorio de depósitos que el Tormes había ido acumulando a lo largo de siglos de cauce creciente y menguante, y sobre el que se construyó la iglesia de San Nicolás, que acabó en manos de la Universidad de Salamanca como aula anatómica junto a la cual estuvo un cementerio universitario, al que iban a parar estudiantes que pasaban antes por el Hospital del Estudio, algunos de ellos, supongo, heridos en reyertas en el cercano Desafiadero, otros, seguramente enfermos. Restos de aquella iglesia de San Nicolás aparecieron durante la cimentación del museo; otros, quizá, se emplearon en la construcción de la tenería que fue antes que fábrica de luz.

Las tenerías fueron uno de los negocios prósperos de Salamanca hasta mediados del siglo pasado, aprovechando el cuero de las reses que pasaban por el mercado de ganados, que se celebraba cerca. Estaban ubicadas en la zona extramuros, donde se quedaban las molestias lejos del grueso de la población, pero cerca naturalmente del agua del rio, necesaria para sus fábricas. Ellas dieron también nombre al barrio, el Barrio de Tenerías, que abarcaba desde la base del Cerro de San Vicente hasta el actual Puente de Enrique Estevan.

En 1897 el Ayuntamiento de Salamanca no puso trabas a la construcción de la fábrica de luz de “La Unión Salmantina” porque ya tocaba la modernidad del alumbrado público en la ciudad, si bien otra empresa, “La Eléctrica Salmantina”, estaba en ello desde 1888. Ambas empresas se unirían en 1933, de donde saldrían, con el tiempo, la “Electra”, “Iberdrola” o “Iberduero”. El terreno sobre el que se construye la fábrica de luz fue adquirido por los Moneo al Ayuntamiento, que facilita la construcción. La empresa, presidida por Jerónimo Cid García, encarga el proyecto al arquitecto de moda entonces, Joaquín de Vargas Aguirre, y el 1 de agosto de 1898, con las consiguientes bendiciones episcopales, se inaugura.

Sobre el solar de aquella fábrica y el almacén que fue después se levantó con planos de José Elías Díez el Museo de Historia de la Automoción con fondos de la colección automovilística de Demetrio Gómez Planche a los que se sumarán otros que el Ayuntamiento y el patronato del Museo irán aportando.

Si hacemos caso de las crónicas de entonces, la luz de aquella fábrica y de la que se ubicó en los terrenos que fueron pistas deportivas del Botánico, hoy parque arqueológico, era bastante inestable y dio más de un quebradero de cabeza. La luz iba y venía, y los motores de las fábricas hacían un ruido insoportable, incómodos para los vecinos. La chimenea de aquella fábrica de luz junto al rio casi era gemela de la que señalaba desde lejos la antigua fábrica de harinas de “El Sur”, que ha terminado por ser restaurante, hotel y casino. El Tormes fue, por ello, el primer polígono industrial de Salamanca, en el que se mezclaban curtidos, harina, los fertilizantes de Mirat o la metalurgia, sin olvidar la luz que durante años surtió la fábrica de luz de “La Unión Salmantina”.

Imagen en blanco y negro de una ciudad

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Fábrica de Luz en el Barrio de Santiago, Salamanca, del libro de Conrad Kent “El perfil de Salamanca”.

Castillo rodeado de árboles

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Tejares contó también con otra fábrica de Luz situada junto a la pesquera y molino del antiguo pueblo y hoy barrio salmantino. 

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